jueves, 19 de agosto de 2010
.....para pensar ¡¡¡¡
La quise desde siempre pero ella nunca lo supo. Los años fueron pasando y yo seguí muy de cerca su vida, sus noviazgos, su casamiento. Estuve a su lado cuando nacieron sus hijos y hasta fui el padrino de uno de ellos.
Su rostro se iluminaba cuando me veía, su sonrisa me turbaba. Yo la amaba, pero ella no lo sabia, era mi amor imposible. Nunca me case, quería vivir para ella. Jamás me atreví a insinuarle nada cerca de mis sentimientos y........un día ella enfermo...... todo paso muy rápido, sabíamos que moriría pronto. Fui a verla, me quedaba largos ratos a su lado, y ya no había alegría en su rostro pálido.
En un momento sentí que su mano se apretaba fuertemente a la mía, abrió sus ojos, tristes, llorosos.
Sus labios susurraron las palabras que siempre espere pero jamás creí llegar a escuchar. Muy suave, lentamente, me dijo: mi amor, gracias por todo lo que me diste. Te diré un secreto, te quiero, te ame como a nadie en este mundo pero nunca me anime a contártelo, tuve miedo.... que no me amaras.
Existe el mal?¡
Un estudiante contestó valiente: - "Sí, lo hizo." - "¿Dios creó todo? - "Sí señor", respondió el joven.
El profesor contestó: -"Si Dios creó todo, entonces Dios hizo al mal, pues el mal existe, y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo." El estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe Cristiana era un mito.
Otro estudiante levantó su mano y dijo: - "¿Puedo hacer una pregunta, profesor?" - "Por supuesto", respondió el profesor.
El joven se puso de pie y preguntó: - "¿Profesor, existe el frío?" - "¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío?"
El muchacho respondió: - "De hecho, señor, el frío no existe. Según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de calor. Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor." -
"Y, ¿existe la oscuridad?" Continuó el estudiante. El profesor respondió: - "Por supuesto." El estudiante contestó: - "Nuevamente se equivoca, señor. La oscuridad tampoco existe. La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no; incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de luz.
¿Cómo puede saber cuan oscuro está un espacio determinado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente."
Finalmente, el joven preguntó al profesor: - "Señor: ¿existe el mal?" El profesor respondió: - "Por supuesto que existe. Como lo mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son del mal." A lo que el estudiante respondió: - "El mal no existe, señor... o al menos no existe por si mismo.
El mal es simplemente la ausencia de Dios... es, al igual que en los casos anteriores un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios .... no creó el mal. No es como la fe o el amor, que existen, como existe el calor y la luz.
El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz. " Entonces el profesor, después de asentar con la cabeza, se quedó callado.
Cuanto me amas papa?¡
En pocos meses me deje cautivar por la sonrisita de mi María José y por la infinita inocencia de su mirada fija y penetrante, fue entonces cuando empecé a amarla con locura. Su carita, su sonrisita y su mirada no se apartaban ni por un instante de mis pensamientos, todo se lo quería comprar, la miraba en cada niño o niña, hacia planes sobre planes, todo sería para mi María José.
Este relato era contado a menudo por Randolf, el padre de María José y yo también sentía gran afecto por la niña que era la razón mas grande para vivir de Randolf según decía él mismo. Una tarde, estaba mi familia y la de Randolf haciendo un picnic a la orilla de un río cerca de casa y la niña entabló una conversación con su papá, todos escuchábamos:
- Papi... cuando cumpla quince años ¿Cuál será mi regalo?
- Pero mi amor, si apenas tienes diez añitos, ¿No te parece que falta mucho para esa fecha?
- Bueno papito,... tu siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por aquí.
La conversa ión se extendía y todos participamos de ella. Al caer el sol regresamos a nuestras casas. Una mañana me encontré con Randolf enfrente del colegio donde estudiaba María José, quien ya tenía catorce años. Randolf se veía muy contento y la sonrisa no se apartaba de su rostro. Con gran orgullo me mostraba las calificaciones de María José, eran notas impresionantes, ninguna bajaba de diez puntos y los estímulos que le habían escrito sus profesores eran realmente conmovedores, felicité al dichoso papá.
María José ocupaba toda la alegría de la casa, en la mente y en el corazón de la familia, especialmente en el de su papá. Fue un Domingo muy temprano cuando nos dirigíamos a misa, cuando María José tropezó con algo, eso creíamos todos y dio un traspié, su papá la agarró de inmediato para que no cayera... Ya instalados en la Iglesia, vimos como María José fue cayendo lentamente sobre el banco y casi perdió el conocimiento.
La tomamos en brazos, mientras su papá buscaba un taxi hacia el hospital. Allí permaneció por diez días y fue entonces cuando le informaron que su hija padecía una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón, pero no era algo definitivo, que deberían practicarle otras pruebas para dar un diagnóstico firme.
Los días iban pasando, Randolf renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de María José, su madre quería hacerlo pero decidieron que ella trabajaría, pues sus ingresos eran superiores a los de él. Una mañana Randolf se encontraba al lado de su hija, cuando ella le preguntó:
- Voy a morir, no es cierto? Te lo dijeron los doctores?
- No mi amor... no vas a morir, Dios que es tan grande, no permitiría que pierda lo que más he amado sobre este mundo, respondió el padre.
- Las personas cuando mueren van a algún lugar? Pueden ver desde lo alto a su familia? Sabes si pueden volver?
- Bueno hija... en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo sobre eso pero si yo muriera, no te dejaría sola, estando en el más allá buscaría la manera de comunicarme contigo, en última instancia utilizaría el viento para venir a verte.
- Al viento? Y como lo harías?
- No tengo la menor idea hijita, solo sé que si algún día muero, sentirás que estoy contigo, cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.
Ese mismo día por la tarde, llamaron a Randolf, el asunto era grave, su hija estaba muriendo. Necesitaban un corazón, pues el de ella no resistiría sino unos quince o veinte días más.
¡UN CORAZON! ¿Dónde hallar un corazón? ¿Lo venderían en la farmacia acaso, en el supermercado o en una de esas grandes tiendas que propagan por radio y televisión? ¡Un corazón! ¿Dónde Dios mío?
Ese mismo mes, María José cumpliría sus quince años. Y fue el viernes por la tarde cuando consiguieron un donante, una esperanza iluminó los ojos de todos, las cosas iban a cambiar. El Domingo por la tarde ya María José estaba operada, todo salió como los médicos lo habían planeado.
¡Éxito total! Sin embargo, Randolf todavía no había vuelto por el hospital y María José lo extrañaba muchísimo, su mamá le decía que ya todo estaba muy bien y que su papito sería el que trabajaría para sostener la familia.
María José permaneció en el hospital por quince días que más, los médicos no habían querido dejarla ir hasta que su corazón estuviera firme y fuerte y así lo hicieron. Al llegar a casa todos se sentaron en un enorme sofá y su mamá con los ojos llenos de lagrimas le entrego una carta de su padre:
"María José, hijita de mi corazón: Al momento de leer mi carta, ya debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa que me hicieron los médicos que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento no estar a tu lado en este instante. Cuando supe que ibas a morir, decidí dar respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenias diez añitos y a la cual no respondí. Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás haría por ti hija mía... Te regalo mi vida entera sin condición alguna, para que hagas con ella lo que quieras. ¡¡Vive hija!! ¡¡Te amo con todo mi corazón!!"
María José lloró todo el día y toda la noche. Al día siguiente fue al cementerio y se sentó sobre la tumba de su papá; lloró como nadie lo ha hecho y susurró: "Papi... ahora puedo comprender cuanto me amabas, yo también te amaba y aunque nunca te lo dije, ahora comprendo la importancia de decir "Te Amo" y te pediría perdón por haber guardado silencio tantas veces".
En ese instante las copas de los árboles se mecieron suavemente, cayeron algunas hojas y florecillas, y una suave brisa rozó las mejillas de María José, alzó la mirada al cielo, intento secar las lágrimas de su rostro, se levantó y emprendió regreso a su hogar.