Aléjate de mí,
aunque se que siempre,
he de permanecer bajo tu sombra.
Y nunca, tendre privacidad,
alzándome en los mismos umbrales
de la vida recóndita,
podré controlar los impulsos
de mi alma, no podre levantar la mano
como antaño,
hacia el sol, tranquilamente,
sin que perciba en ella
lo que intenté hasta ahora apartar:
el contacto de tu mano en la mía.
Esta enorme tierra con que quiso
separarnos el destino,
en el mío deja tu corazón,
con doble latir.
En todo lo que hiciere o soñare
estás presente, como en el vino
el sabor de las uvas.
Y cuando por mí rezo al Señor,
en mis ruegos tu nombre escucha
y en mis ojos ve mezclarse nuestras lágrimas.
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